El 4 de agosto de 1976, es asesinado en un fraguado accidente automovilístico “el obispo de los pobres” Monseñor Enrique Angelelli. El Crimen se produjo cerca del Chamical, en su amada provincia de la Rioja. Los sicarios sabían que debían detenerlo antes de que las pruebas que llevaba consigo llegaran a destino, en ella el denunciaba los crímenes que la dictadura estaba ejecutando en la órbita de su obispado.
[dropcap style=’box’]E[/dropcap]nrique Angelelli al frente del obispado de la Rioja era un fiel seguidor de los documentos emanados por el episcopado Latinoamericano, donde se gestó el MSTM, Movimiento de Sacerdotes para el Tercer mundo. Los mismos que proclamaron y denunciaron que “Pese a los esfuerzos que se efectúan, coexisten el hambre y la miseria, las enfermedades de tipo masivo y la mortalidad infantil, el analfabetismo y la marginalidad, profundas desigualdades en los ingresos y tensiones entre las clases sociales, brotes de violencia y escasa participación del pueblo en la gestión del bien común”.
Las crónicas de la época cuentan que por esos días, cuando Enrique Angelelli había sido designado por el papa Paulo VI al frente de la diócesis de La Rioja, los sectores más conservadores de la iglesia se opusieron, al conocer su compromiso con los más pobres. Ya desde su anterior tarea diaria en Córdoba, en la capilla Cristo Obrero, se juntaban obreros y estudiantes, y escuchaban otra forma de trasmitir el catolicismo; el sacerdote de los pobres era visto dentro y fuera de la iglesia como un problema.
Monseñor Angelelli, fiel a la misión de Pastor de su pueblo, como él lo entendía, se convirtió en el defensor de las causas justas y de los hermanos más humildes y oprimidos del pueblo, porque rezar y orar por ellos no bastaba.
En una provincia marcada por las diferencias sociales, ayudó a formar sindicatos de trabajadores mineros, organizó a los peones rurales en forma de cooperativas de trabajo; Angelelli comenzó a molestar a los dueños de grandes extensiones de tierra, y se ganó la enemistad de los más poderosos que durante muchísimo tiempo gobernaron y explotaron a los más humildes. Angelelli encabezó la elaboración de un documento que denunciaba las desigualdades a las que era sometido el pueblo trabajador y proclamaba que la tierra debía ser para quién la trabaje; denunció la propagación de la droga, la prostitución y la usura, de la que se servían muchos poderosos de la provincia.
El contacto directo con el sufrimiento de su pueblo y la confrontación con los culpables de aquellos flagelos, lo llevan definitivamente a la puesta en marcha de lo que en teoría abrazaba. Sus enemigos comenzaron entonces a luchar contra el obispo “Rojo”. Realizaron continuas campaña de difamación y ataque abierto, buscando asustar a los cristianos que le seguían.
Lo acompañan en esta tarea sus laicos, religiosas y sus sacerdotes. Comienza entonces la persecución contra la Iglesia en La Rioja. Cuando esto no bastó, se inicio una campaña de persecución contra laicos, catequistas, luego monjas y sacerdotes, muchos de los cuales son expulsados de la provincia por las autoridades de seguridad.
Se pone en marcha entonces un plan sangriento: asesinar a algunos para que escarmienten todos. El mismo Monseñor Angelelli lo advierte en conversaciones con posibles amenazados para que sean precavidos. Las primeras víctimas son dos sacerdotes: el padre Gabriel y el padre Carlos de la Parroquia de Chamical. Hasta allí llegan a medianoche hombres vestidos de civil que mostrando credenciales de Policía Federal piden a los Sacerdotes que los acompañen a reconocer a unos detenidos para aparecer días mas tarde asesinados al costado de las vías.
El 4 de agosto, Monseñor Angelelli viajaba en una camioneta, en compañía del padre Pintos desde Chamical y un Peugeot 504 les cerró el paso provocando el vuelco del viejo utilitario. Aquel “Padre Pelado” como le llama su pueblo, yacía muerto al costado del camino. El mismo que supo decir que se debería estar “Con un oído en el evangelio y el otro en el corazón del pueblo”.
Hoy le recordamos como recordamos a todos aquellos que antes y después de Angelelli dejaron su vida por la causa de los más humildes. Nos queda el testimonio de lucha de entrega absoluta. A más de cuarenta años de aquel asesinato los pobres del interior siguen ahí. Nada o muy poco ha cambiado. Entonces la pregunta que surge es ¿Quién retomará el ejemplo y la lucha de hombres como Angelelli y continuará su obra?