Win Wenders se imbuye de la cultura del “servicio” y del “bien común” tan propia de la tradición japonesa y hace de su protagonista un hombre dedicado casi por completo a su trabajo, que es el de limpiar los baños públicos de Tokio (baños de una rara belleza arquitectónica, que el director filma con una pulcritud equivalente a la de su personaje). Pero sucede que detrás de la estricta rutina cotidiana de Hirayama –levantarse al alba, preparar cuidadosamente su equipo de limpieza, subirse a la combi con la que recorrerá la ciudad- hay un misterio que el film decide sabiamente mantener como tal, sugiriendo historias posibles para el pasado de ese hombre del que apenas si se sabrá algo más que su pasión por la lectura, su gusto por el rock de los años ’60 y ’70 (The Animals, Lou Reed, Van Morrison), que escucha solamente en cassettes cuando está al volante, y su indómita, irredenta soledad.
La cadencia de la narración y su propia estructura, además de ser una elección de su realizador (y como tal sería suficiente justificación), es fundamental inclusive para el propósito de la película. Lejos de ser sencillamente un capricho, es aquello que sostiene al relato. La percepción del paso del tiempo es uno de los elementos sustanciales de la manera de vivir la vida del protagonista, y es también un elemento clave de la reflexión a la que la película invita. ¿Cómo percibimos nuestros días y el paso de las horas? Wenders y Takuma Takasaki, ambos autores del guión, organizaron el relato sobre la repetición de los días, respetando el orden que dispone Hirayama desde que se levanta hasta que se duerme y sueña. Dicha organización en la que Hirayama inclusive repite el gesto y la sonrisa con que le da la bienvenida a su día laboral, es lejos de una decisión estética, un fundamento temático de la película. Su disciplina lo impulsa, lo ordena, le permite estar lo más liviano posible, y ver todos aquellos detalles que no se alcanzan a ver en la velocidad que se mueve el resto del mundo.
Los días perfectos son aquellos en los que él hace un esfuerzo por mantener su alegría pese a lo que trae consigo de un pasado que en la película se sugiere con elegancia y sutileza; los días perfectos son aquellos en los que puede mantener a rajatabla su rutina y terminar recostado con felicidad, pero también son aquellos en los que las desventuras lo obligan a cambiar de rumbo; los días perfectos son parte de su disciplina, pero también resultan de la pérdida del control. Hirayama hace lo posible por ser feliz, trabaja por ser feliz, aunque todo pareciera indicar que viene de otro mundo donde en verdad no tendría preocupaciones económicas. El eligió irse a ese rincón de Tokio y trabajar en lo que trabaja, y en ese revuelo que resultó de un pasado que desconocemos como espectadores (aunque sospechamos), probablemente luego de una enorme crisis, Hirayama elige hacerse fuerte y vivir la vida de la mejor manera posible: pase lo que pase, se permite que existan momentos para ser feliz. Y como le dice a su sobrina en un momento de la película “Ahora es ahora, la próxima vez, será la próxima vez”. El secreto pareciera estar en ocuparse del presente.
Ficha técnica:
- Titulo original: Perfect Days (Días perfectos, Japón/Alemania, 2023)
- Dirección: Wim Wenders
- Producción: Master Mind Limited, Wim Wenders Productions
- Guion: Wim Wenders y Takuma Takasaki
- Intérpretes: Koji Yakusho, Tokio Emoto, Arisa Nakano, Aoi Yamada, Yumi Aso, Sayuri Ishikawa, Tomokazu Miura
- Fotografía: Franz Lustig
- Género: Drama