Por Matías Ballesteros
UN ENCANTO DIFÍCIL DE EXPLICAR
Hay estructuras que no necesitan estar en funcionamiento para seguir vivas en el recuerdo colectivo. En General Rodríguez, ese lugar lo ocupa el tanque de agua ubicado en el lado sur de la ciudad, más precisamente en ABSA, que abarca las calles Doctor Cherubini, Doctor García e Independencia.
Alto, de concreto rugoso y con ventanas que parecen ojos mirando al horizonte, el tanque se mantiene en pie desde hace más de 50 años. Su presencia no pasa desapercibida: cada vez que se lo cruza, es imposible no mirarlo. Tiene ese encanto silencioso de las cosas que alguna vez fueron esenciales. Todos en algún momento nos hemos hechos preguntas referidas a ese tanque, aunque seguramente sin respuestas concretas.
La historia de nuestro tanque, se comenzó a escribir en el año 1968, cuando la Provincia de Buenos Aires y la Municipalidad de General Rodríguez firmaron un convenio para la construcción de una red de agua potable. El acuerdo original fue renegociado en 1971, y mientras la red comenzaba a extenderse por el casco urbano entre 1970 y 1972, la construcción del tanque —una pieza clave del sistema— quedó a cargo del gobierno provincial, ya que implicaba los mayores costos.
El tanque fue diseñado para beneficiar a 5.500 usuarios, con una capacidad de reserva de 1.000 metros cúbicos. La obra concluyó a principios de 1973 (cuando General Rodríguez contaba con aproximadamente 25.000 habitantes) y el servicio fue oficialmente habilitado el 20 de mayo de ese mismo año.

EL PASO DEL TIEMPO
Como tantas infraestructuras de una época de planificación y crecimiento, el tanque fue quedando atrás. En el año 1980, ya resultaba obsoleto: la llegada de nuevas redes de agua corriente y el fuerte aumento poblacional de nuestra localidad, lo volvieron innecesario. Desde entonces, el tanque quedó fuera de uso, pero jamás fue olvidado.
UNA POSTAL VIVA DEL PASADO
Hoy, el tanque sigue ahí. No sólo como pieza de hormigón, sino como un testimonio urbano. Atrae miradas, cámaras, y provoca preguntas. ¿Quién lo diseñó? ¿Qué historias ocurrieron alrededor? ¿Qué se ve desde lo alto?
Aunque sin función técnica ni agua que distribuir, el tanque del lado sur de la ciudad, sigue siendo funcional en otro plano: el de la memoria colectiva. Para muchos, es parte de la infancia, del barrio, de los paseos cotidianos. Es uno de esos testigos silenciosos que nos recuerdan que el paisaje urbano también cuenta historias.