El formato del pensamiento que se instala, no es azaroso es intencional, es que el sujeto tiene que ser políticamente dócil y económicamente rentable. El relato cotidiano nos trae ese discurso alienado que ancla en el común de la gente.
[dropcap style=’box’]A[/dropcap]lguien me dijo que tenía una prima que trabajaba en Pepsico. Ella había arreglado, pues sabía que no había vuelta atrás. La empresa en ese lugar no era viable, si o si había que trasladarla a Mar Del Plata. Por otro lado las inasistencias de los trabajadores eran incontrolables y a eso se le sumo el conflicto sindical. Esto dicho así, palabras más, palabras menos, era lo que ese alguien argumentaba los días que siguieron a la represión en Pepsico.
Me pregunte ¿Qué nos había pasado, si como trabajadores sucedía que al menos uno pensara desde esta mirada? ¿Cómo comprender a ese alguien? Y entre esas preguntas, apareció una explicación, una de las tantas posibles pero es la que más me gusta. En una frase extraída de M. Foucault que dice lo siguiente: “Producir sujetos políticamente dóciles y económicamente rentables”, encontré el camino a seguir.
¿Que es “producir sujetos políticamente dóciles”? en primera instancia es; hacer creer desde el poder que todo es así y que nada va a cambiar. Por ejemplo que la política es basura, que los políticos son delincuentes, garcas, da lo mismo uno que otro. Se crea una imagen del político y se instala en el común de la gente esa imagen. Siguiendo la misma línea; cuando se piensa que el sistema es así, que ni vos ni yo lo vamos a cambiar, con esto que se dice se establece ahí una estructura de pensamiento que nos da la idea de que todo es así naturalmente, los seres humanos somos así y no hay posibilidad de cambiar; remata ese pensamiento común. Esto es lo que se llama naturalizar, creer que todo es así desde siempre.
No hay nada más dócil que una persona confundida, pero a la vez si pierde la esperanza se pierde el sentido de vivir, entonces a la esperanza se ubica en el lugar de la meritocracia, se abstrae de lo colectivo y se direcciona en la línea del esfuerzo personal y ahí aparece el discurso de: “me lo gane con esfuerzo propio”, pero como para ganar con el esfuerzo propio tenes que perjudicar a alguien (garcar a alguien) vas a justificarte diciendo: “bueno algunos están destinados a perder y nada puedo hacer”.
Cuando se mira la historia, cuando se corre el velo de los hechos, vemos que lo que se conquistó como derechos que hoy gozamos fue a costa de muchas vidas y eso es lo que no se permite ver, porque si vemos eso en masa, se ve que es posible cambiar todo.
Bien, ahora vamos a ver eso de los “sujetos económica rentables”: Si se logra colonizar las cabezas de los sujetos, estos pasan a ser rentables pues no solo van a trabajar por un salario mínimo y necesario para no morir de hambre, sino que también tiene que comprar los objetos que el mercado propone. Somos objetos de consumo, para consumir tenemos que trabajar, pero con las horas de una jornada no alcanza, por ello hay que trabajar extras para hacer una diferencia y ahí nos perdemos de vivir en esa la loca carrera por alcanzar los objetos de consumo, y en esa loca carrera nos consumimos, se nos va la vida.
Ahora bien ese alguien que fundamentaba la represión de Pepsico, desde lo que una prima administrativa aportaba con su mirada, me decía que era yo cerrado y trataba de imponer mi idea. Puede que sea así, puede que mi mirada sea cerrada, puede que no tolere el pensamiento de los demás. Es por ello que pongo en duda todo lo que escribí, haciendo un ejercicio de apertura como lo sugiere ese alguien, pongo en duda todo lo que leí, y sobre todo mi pensamiento, esa forma de mirar el mundo que tengo. Pongo en duda las ideas políticas en la cual me identifico en función de otros tantos que se identifican con esas ideas políticas, me despojo de todas mis certezas para no hacer más que una sola cosa: trabajar y trabajar, entonces ahí estoy siendo un “sujeto políticamente dócil y económicamente rentable”.
Como ese alguien, no voy a registrar ni por casualidad que los beneficios que me permitieron vivir una vida digna es producto de la organización de los trabajadores y cuando alguien me quiera abrir los ojos lo voy a acusar de cerrado, cumpliendo así el viejo refrán que reza: “no hay más ciego que aquel que no quiere ver”.