Por Milagros García
Prefiero las novelas que no buscan imitar con fidelidad ninguna realidad, sino que se declaran artificio. A mi criterio, el margen de trabajo que dejan es mucho más amplio, y creo que es ahí donde se inscriben las mejores ideas.
Materiales para una pesadilla es una experiencia de lectura, un dispositivo complejo e interesante que interpela desde múltiples aristas. Podemos hablar de la relación entre realidad fenomenológica y realidad virtual. Podemos hablar de nuestra relación con las palabras, sobre cómo ellas nos dejan marcas y cómo nosotros dejamos marcas en ellas. Podemos hablar sobre la identidad: qué aspectos nos determinan como individuos, sobre todo teniendo en cuenta la variable digital. Aunque no sea mi arista preferida, también podemos hablar sobre cómo lo biográfico se reelabora en la ficción, cómo los autores tienen premisas a las que vuelven una y otra vez y aprovechan la plasticidad que les otorga esa misma insistencia. Podemos hablar de cómo funciona una novela que se piensa a sí misma en su materialidad. Puedo seguir proponiendo hilos de lectura, porque así de enorme es este proyecto.
Pero como creo con absoluta convicción que el que mucho abarca poco aprieta, me limito a mencionar dos: cómo los géneros menos miméticos ofrecen su potencial para tratar temas profundamente humanos, y cómo las formas más productivas de historicismo no son las que se obsesionan con la verdad y el detalle, sino las que interpelan a la historia profundamente empapadas en su presente (y en los miedos latentes que en él se incuban).
En primer lugar, es una novela que habla sobre uno de los temas más humanos que existen: el duelo. Se pregunta qué hacemos los que quedamos con lo que queda. Lo que queda en nosotros, en nuestros hábitos, en nuestros proyectos. Qué hacemos con lo irracional que nos resulta la perdida, cómo lidiamos con lo irreversible que es a pesar de todo.
La narración que sirve de eje a los diferentes materiales que conjuran esta pesadilla es la investigación dedicada de Katy, que incluso le pone el cuerpo, y que pasa de buscar los rastros de una programadora de realidad virtual a seguir el hilo que la conecta con la última dictadura cívico militar argentina.
Haruka se revuelve contra las consecuencias que evalúa poco éticas de su proyecto. Katy revuelve en los documentos de nuestro pasado intentando recuperar los saberes y los agentes de esos saberes que dieron praxis en primer lugar a una máquina que perseguía a los involucrados en un proyecto alterno de sociedad, y que más adelante daría forma a la cuestionable mercantilización del dolor humano.
Entre estas dos historias están los materiales, que en una maniobra Benjaminiana hablan por sí mismos y potencian la elocuencia de los pasajes más narrativos.
El otro aspecto que me parece magistralmente manejado (ni siquiera voy a intentar disimular lo parcial que es mi reseña de este libro) es cómo se articulan los miedos tecnológicos con la dictadura militar de una forma que, aunque inesperada, no resulta para nada forzada y logra evocar los terrores que se han inscrito en nuestro imaginario colectivo y en nuestra identidad nacional de una manera que no nos permite leer con indiferencia.
Cuando me informé sobre Materiales para una pesadilla para elegirlo o no como mi próxima lectura, esperé a tener un ánimo afín a la tecnología, a los futuros sombríos y erosionados que presupone en mí la lectura de un cyberpunk. Esperaba (con entusiasmo) cables y chatarra, pero me encontré con una trama intensamente humana en uno de los mejores dispositivos literarios que he tenido la suerte de leer.
Ficha Técnica:
- Idioma: español
- Editorial: Caja negra
- Autor: Juan Mattio
- Año: 2021 (reedición, 2025)
- Páginas: 360