Tal vez el ruido y el alboroto que cada uno de nosotros, católicos y no católicos, expresamos por estos festivos días, sea lo que más determina en qué rincón se hospeda nuestro peor enemigo.
¿Será el alcohol? ¿La estúpida vanidad gritada en el estruendo de un rompe portones? ¿En un cielo brotado de múltiples estrellas multicolores, fugaces, a pesar de su alto costo? ¿En comilonas bien regadas, atragantándonos a sabiendas que dejaremos el hígado colgado como un trapo en un alambre? En fin, a prima facie lo primero que surge, es interpretar que la inundación de ese ruido ensordecedor pueda ser el silencio que denuncia nuestro adentro existencial, lo más acertado de esta casi violenta exaltación de expresar felicidad, al menos, sea por 2 o 3 días.
Tocando el tema de la “divinidad”, la natividad de Jesús, y todo lo que la Iglesia Católica se encargó de difundir durante casi dos mil años, sea el detonante más claro para que esto así sea. Crear la existencia del demonio por la rebelión de un ángel, hoy puede llegar a ser la más clara confesión de parte de la Iglesia que nos ayudará sin duda a hallar razones a tanta sinrazón. ¿Existirá sutileza más perversa que una Institución como la Iglesia Católica, nos proponga un discurso enancado en la paz y piedad para los pobres, cuando ha sido el factor de poder más despiadado plegándose en favor de los poderosos?
Empecemos. ¿Cuál es el origen de la globalización? Lech Walessa, destacado dirigente gremial polaco (década del 80) a través de la creación del movimiento “Solidaridad”, que sirviera a su coterráneo Papa Juan Pablo II, para incidir en la destrucción del muro de Berlín, que débilmente Gorvachoff, sostenía apenas, fuera el que marcó en el mundo occidental la finalización de la guerra fría, permitiendo que el ateísmo marxista que abrazaba el comunismo perdiera su peso en la balanza que sostenía estratégicamente contra la presión capitalista, ejercida fuertemente por EE.UU.
Volviendo más acá. La globalización logró que el peronismo, cegado por esta potente luz “redentora”…pusiera sus banderas a la venta más vil y humillante a la derecha vernácula, expresada por los Grondonas, Alsogaray, los Menem y círculos oligárquicos, odiadores furiosos del ateísmo, como adoradores impertérritos de un Jesús de ojos celestes y melena rubia. La paz ahora reinaba en el mundo, “ahora se vive en un país normal”, solía escucharse más allá de la frontera de los mandamás, el pueblo, devoto de las buenas costumbres cristianas asintió sin chistar este nuevo orden que la globalización mágicamente comenzaba a construir “un hombre pobre con los mismos derechos que un rico”.
Aquí es donde empieza asomar su cabeza el enemigo. El peor. Ser un ciudadano del mundo con iguales o semejantes posibilidades, no significa entrar a navegar por un canal de Venecia a través de un celular, que poder estar allí mismo al borde del canal, bebiéndose un Martini, y así como éste podríamos citar un sinnúmero de ejemplos. Hoy, políticamente en nuestro país, no vamos a asegurar que esta entidad engañosa comienza con Mauricio Macri, ya dijimos como nació y como se fue desarrollando.
Es doloroso, escuchar de propios compañeros partidarios del kirchnerismo, como abdican subyugados por el mágico mensaje, subliminal tal vez por la divinidad mediática, y acelerada por el universo tecnológico y todo lo que éste hoy provee sin demasiado esfuerzo, que Durán Barba hoy sea considerado un capo, superando lejos a El príncipe de Maquiavelo, atentos al resultado de sus modus operandi, simplista, como perverso en cuanto a la consideración de la dignidad humana. Manipulación y bastardeo, construcción de una sociedad paupérrima y dominada. En mi opinión, obtener un triunfo electoral con estas armas, nos da vuelta, o nos precipita al suicidio.
Repetiré una y mil veces, no me conforma la denominación Unidad Ciudadana, ofrece la sensación de que hay que ser más modocitos, más civilizados, que nos han derrotado, que habrá que parecerse de algún modo al enemigo que fue exitoso y hoy gobierna. Fuimos exitosos con Frente para la Victoria, y hoy la globalización “sútilmente” nos invita a ser inteligentes, llevándonos a la extinción de la rebeldía, de poder continuar asegurados en nuestra victoria, y que se note con mucho más contundencia que es la continuidad de que nuestras luchas que no fueron en vano …pero claro, “hasta la victoria siempre” nos remite inexorablemente al Ché. Un soñador que nunca imaginó que “una cosa” podía soñar por él.
El enemigo viaja con nosotros, nos ha taponado los ojos y nos lleva a mirar hacia un adentro que está por fuera de la realidad, que está afuera, (“que es el yo y no el otro”) el afuera que es donde anida la necesidad del pueblo, donde la realidad se manifiesta con toda crudeza. La globalización nos barniza un discurso de hermandad, de confraternidad, espeso, como esos barnices que cargan de manos sobre frágiles palos de álamo y sauce, tan frágiles como esos pueblos que caminan a la deriva, con dirigentes de barnizados discursos, cuidadosos y prudentes de no situarse en ridículos parámetros que lo sitúen en espacios antiguos, demodé. Por cierto la arremetida mediática hoy nos llena de agujeros y vemos que el agua se derrama por cualquier lado. ¿Y entonces qué hacer? Si la globalización se ensaña en borrar el pasado, es porque le molestó y aún le molesta, y si le molesta no nos queda otra que anteponernos con lo que aún nos queda. La calle y visitar la casa del otro, que es bombardeada constantemente por los medios. La tarea será titánica, lo otro será ser parte del enemigo, si alguien encuentra otras armas, que lo diga, La Patria agoniza.